agosto 25, 2010

P. Ivanhoe Navarrete
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La muerte de Moisés es un gran ejemplo de cómo debemos entregarnos al Señor. Este siervo de Dios después de haber rogado entrar a la tierra prometida, lo único que recibió fue una negativa y la noticia de que moriría sin entrar. Su espíritu se había amargado antes, la prueba ahora era no morir así. Sin embargo, antes de subir al monte donde Dios le daría sepultura, bendijo a las tribus de Israel, aconsejó y animó a Josué, su sucesor, y luego como cordero mudo subió al lugar donde entregaría su espíritu (Dt 34.1-5).

Él profeta, luego de recibir el mensaje del Señor para Acab, le dijo a uno de sus consiervos: "Golpeame", a lo que el otro se negó. Tuvo que buscar uno que sí obedeciera a la palabra de Jehová (1 Reyes 20.36-37). ¡Nunca te has preguntado por qué Dios le pidió esto? ¡Si el que había pecado era Acab! ¿Por qué le había de pegar a él?

"Tú y yo estamos aquí porque lo merecemos" Ese ladrón ya estaba sobremanera arrepentido, y luego el Señor Jesús lo perdonó, sin embargo seguía colgado, y más allá de eso, no fue rescatado, sino que murió (Lucas 23.41).

Morir, obedecer o confrontar las consecuencias de nuestro pecado, no pueden considerarse adoración únicamente porque decimos conocer lo que Dios es, sino que se hace indispensable también conocer lo que nosotros somos.

Nosotros no sólo somos lo que hacemos, sino todo aquello de lo que somos capaces. Dios no ignora nuestros abismos, pero nosotros siempre lo hacemos. Nosotros nunca queremos tratar con nuestros escondrijos más secretos, pero Dios sí. Por eso cuando decimos: "te adoro Señor, no por lo que haces, sino por lo que tú eres, y te adoro también porque ando bien, he hecho buenas obras, por lo cual tengo entrada a tu presencia", erramos, fallamos en la adoración verdadera y nos vamos de lado hacia un culto vano.

No que no seamos bien portados o que no sea necesario hacer buenas obras; así como no se le puede adorar a Dios sólo por lo que hace, sino más bien por lo que es, también no le podemos adorar en espíritu y verdad por lo que hacemos, sino más bien conociendo bien quiénes somos, todo de lo que somos capaces; que ni siquiera nosotros conocemos a cabalidad el engañoso corazón que cargamos; que la carne aún nos cubre con sus concupiscencias e incluso en los tuetanos llevamos impregnado el pecado; que nuestras lágrimas en el culto muchas veces no pasan de ser un chantaje sentimental para el Señor; que mientras vivamos seremos un peligro para nosotros mismos y para muchos; que entendemos bien que Dios nos perdona, pero nuestro deseo en realidad es lograr cambiar de una vez por todas.

Esa era la gran diferencia entre el publicano y el fariseo cuando oraban en el templo. Fue este conocimiento lo que hizo que Moisés decidiera dejar de estorbar el plan de Dios para subir al monte. Lo que le dio valor al profeta para recibir un golpazo de su colega. Es la revelación que recibió el ladrón -no sólo acerca de Cristo, sino de quién era él mismo-, para poder decir determinantemente: "Nos lo merecemos". Ni Moisés, ni el profeta, aún el ladrón, no aceptaron la voluntad de Dios por causa de sus malas obras, sino porque entendían que su constitución, su naturaleza o su ser, debía ser tratado por la voluntad divina. Solo así podemos entender que Dios es soberano, no porque se le da la gana -como muchos piensan- tratar con sus siervazos, sino porque es necesario para nuestra salvación y madurez, tratar con creyentes que todavía son de carne y hueso.


http://ciudaddediostoluca.blogspot.com/

agosto 23, 2010

Próxima Reunión

Con motivo de regularizar nuestro calendario de cultos al Señor:
NO FALTES!!!

agosto 19, 2010

Dependencia

***De Ivanho Navarrete***
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Se dice de una ciudad en los confines de la antigua Roma, que cuando era atacada por el enemigo pedía que Roma viniera en su auxilio.
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Esto ocurría con frecuencia, y Roma siempre respondía con el siguiente mensaje: «¿Por qué no se unen al Imperio Romano? Con la bandera de Roma sobre su ciudad ningún enemigo se atreverá a atacarlos.» Pero la pequeña comarca era muy orgullosa y su respuesta siempre era: «Queremos ser autónomos. No deseamos perder nuestra identidad.»
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En una de las tantas veces que la ciudad solicitó ayuda, Roma se negó y la ciudad sufrió una derrota aplastante. No fue sino hasta después de la derrota que los dirigentes de la ciudad se sometieron al mando del Imperio Romano. Nunca más volvió el enemigo a hacer estragos con ella.
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Un joven estaba enamorado de sí mismo. Sus padres eran muy pudientes y el muchacho tenía de todo. La única restricción era que mientras viviera bajo el techo paterno, debía ceñirse al reglamento del hogar. Eso incluía levantarse a buena hora, ayudar en el negocio del padre, juntarse sólo con amigos que el padre aprobara, y mantener el buen nombre de la familia.
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Un día el muchacho dispuso abandonar el hogar. Recogió algunas prendas de ropa y todo el dinero que pudo, y a medianoche desapareció.Mientras tuvo dinero, tuvo amigos. Pero como siempre ocurre, pronto lo perdió todo. Con la pérdida del dinero, perdió los amigos, y ese joven que antes tenía todo lo que deseaba, ahora se encontraba en la más absoluta miseria. Lavando platos en un pequeño restaurante, se acordó de que en la casa de su padre los mozos tenían más que él, y por un momento pensó en regresar al hogar. Pero él sabía que perdería su independencia. ¿Qué hacer? ¿Ceñirse con restricciones, o morir de hambre con su independencia?
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La lección está clara. Por orgullo, la ciudad en las afueras de Roma fue derrotada. Así mismo, por orgullo, el joven rico se moría de hambre. ¿Qué ley rige aquí? La ley de la dependencia. Dependemos, querámoslo o no, del favor del Creador. Cuando intentamos hacer caso omiso de Dios, perdemos la libertad.
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Dios no es un déspota; Él es un padre que quiere lo mejor para sus hijos. Regresemos al hogar. No rechacemos la ayuda divina. La invitación de Cristo es esta: «Vengan a mí todos ustedes que están cansados y agobiados, y yo les daré descanso» (Mateo 11:28). Regresemos a Dios.

agosto 17, 2010

Escucha la nueva producciòn de PMiel Puertas Abiertas

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agosto 09, 2010

Un mensaje para tí.

Gracias a Dios por el Retiro que nos permitió disfrutar este fin de semana, es motivo de gratitud ver que aún hay jóvenes en este tiempo que les interesa tener un encuentro con su Creador, jóvenes que no se conforman a este siglo, jóvenes que disponen de su tiempo para escuchar la Palabra y derramar sus lágrimas a aquel que dió su vida por nosotros y es el único que nos puede sostener.
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Gracias Juventud de Jesucristo porque apesar de la lejanía, de los obstáculos y contratiempos en cuanto a registro, hospedaje o alimentación que pudiste sufrir, nos permitiste como Amada del Señor servirte, si en alguna situación lastimamos tu corazón con nuestra actitud no atendiéndote como tu mereces rogamos nos perdones en el amor de Cristo, son puntos a mejorar en nuestras vidas las cuales llevaremos a nuestro Dios para poder ofrecer a El y a tí lo excelente.
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Dá un gran saludo de nuestra parte al pastor de tu congregación y al pueblo del Señor que se congrega ahí donde tú estás, esperamos verte pronto en las próximas actividades de Palabra Miel y darte un fuerte abrazo gozándonos al ver que sigues firme en el Camino.


Sé Feliz con Cristo,
Staff Jóvenes Emmanuel
Iglesia de Jesucristo Mahanaim Iztacalco